El viaje es un asunto bien literario, e infinidad son los autores y autoras que han escrito sobre ello o reflexionado a propósito de ese afán de desplazarse, y conocer.
Leemos como viajaba Anaïs Nin: en busca de otros estados, otras vidas, otras almas. Al abordar cada nueva lectura, como le ocurría al viajero de Italo Calvino cuando llegaba a una nueva ciudad, el lector encuentra un pasado suyo que no sabía que tenía.
Decía Paul Morand que un viaje es una nueva vida, con un nacimiento, un crecimiento y una muerte, que nos es ofrecida en el interior de la otra. ¿Qué otra cosa es un libro?
Y Javier Reverte sostenía que la aventura de viajar consiste en ser capaz de vivir como un evento extraordinario la vida cotidiana de otras gentes en parajes lejanos: cambien la palabra “parajes” por “pasajes” y lo dicho definirá la experiencia lectora.
Todo lo cual basta para hermanar libros y viajes en una Feria como la nuestra. Pero es que, además, la edición de 2022 llega al cabo de un extraño y doloroso viaje a causa de la pandemia en el que los libros han sido, para muchos, entretenimiento, salvación y vehículo para escapar de restricciones y confinamientos.
Óscar Martínez, traductor de Homero, escribió que “gracias al viaje de Odiseo, los griegos aprendieron a negociar su lugar en el Mediterráneo y a encajar la imagen de este nuevo universo en su viejo mundo”.
Desde entonces, generaciones de lectores y lectoras siguen leyendo como quien viaja y, al hacerlo se consagran a un ejercicio que, en palabras de Mark Twain referidas al viajar, tiene consecuencias fatales para los prejuicios, la intolerancia y la estrechez de mente.
Por todo ello, la Feria del Libro de Madrid de 2002 gira en torno al viaje y nuestro lema es ‘Hojea el mundo’.